Gloria Fuertes, talento y sencillez al servicio de las letras

Publicación
05 de junio de 2017
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Gloria Fuertes. Centenario. Poesia.

Este año se conmemora el centenario del nacimiento de Gloria Fuertes, pero si queremos adentrarnos en su vida tenemos que hacerlo de la misma forma que siempre: a través de sus poemas, en los que dejó escrito todo su ser. En su nota biográfica, escrita en 1954, cuenta que ‘nació a los dos días de edad’, pues fue muy laborioso el parto de su madre, que si se descuida muere por vivirla. ‘A los tres años ya sabía leer y a los seis ya sabía mis labores. Yo era buena y delgada, alta y algo enferma. A los nueve años me pilló un carro y a los catorce me pilló la guerra; a los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía’. Con estas palabras, nos pone en antecedentes la que siempre había sido considerada poeta de los niños y que ahora, por fin, se ha convertido en la poeta de todos.

Esta madrileña tuvo que enfrentarse en sus primeros años de vida a la escasez que la convirtió en ‘una niña con zapatos rotos y algo triste por no tener muñecas’, pero muy pronto encontró la manera de ayudar a sus padres: copiar direcciones en una máquina de escribir. Era alquilada, pero le permitió desarrollar su mayor talento: la escritura. Nadie entendía su afán por leer y escribir poesía, pero con 14 años publicó su primer poema: ‘Niñez, juventud, vejez…’ y a los 17 editó su primer libro, ‘Isla Ignorada’, donde expresaba con claridad cómo se sentía ante la vida.

‘Soy como esa isla que, ignorada, late acunada por árboles jugosos en el centro de un mar que no me entiende, rodeada de nada, sola sólo’.

Desde el primer momento tuvo claro que en su entorno no la iban a dejar escribir, tal y como expresó en estos versos: ‘Quise ir a la guerra, para pararla, pero me detuvieron a mitad del camino. Luego me salió una oficina, donde trabajo como si fuera tonta. Pero Dios y el botones saben que no lo soy’.

Muy pronto lo supimos todos. Aunque fuera por las noches, siguió escribiendo y, al final, consiguió dedicar su vida a lo que más le apasionaba: las letras. Comenzó trabajando como redactora en la revista infantil Maravillas y, unos años más tarde, publicó ‘Pirulí. (Versos para párvulos)’, cuyo prólogo refleja mejor que cualquier otra cosa la esencia de esta mujer: ‘Mi poesía está aquí, como nació –sin ningún ropaje de retórica–, descalza, desnuda, rebelde, sin disfraz. Mi poesía recuerda y se parece a mí’. Es cierto que esos versos sencillos, sin adornos ni florituras, reflejaban la sencillez de esta autora, que hablaba igual que escribía. O viceversa.

Su talento le permitió marcharse a Estados Unidos para impartir clases en las universidades de Bucknell, Mary Baldwin y Bryn Mawr en 1961. ‘La primera vez que entré una Universidad fue para dar clases en ella’, dijo en varias ocasiones, recalcando su carácter autodidacta. A mediados de los años 70 dio el salto a la televisión para colaborar en varios programas infantiles como ‘Un globo, dos globos, tres globos’. Su paso por la pequeña pantalla la convirtió, definitivamente, en la poeta de los niños, famosa por la delicadeza de sus versos, que todavía hoy muchos padres recitan a sus hijos. Recibió en cinco ocasiones el Aro de Plata y un Aro de Oro de Televisión Española a la mejor escritora (1976).

El 27 de noviembre de 1998 se fue pero nos dejó a todos –niños y grandes– unos versos inmortales, con los que reír, sonreír y, sobre todo, reflexionar.

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