Cuando nos encontramos a un compañero que estudió con nosotros en la universidad, nos alegra y sorprende descubrir que, desde que terminamos los estudios, no le ha faltado trabajo. Si ese no es nuestro caso, nos preguntamos ¿qué ha hecho él o ella que no haya hecho yo?
A continuación te resumimos algunas ideas prácticas que pueden cambiar esta situación:
En primer lugar, para no salirte del camino que lleva de la universidad al mundo laboral, hay que entender que tanto uno como el otro forman parte del mismo recorrido y que, por tanto, cuando estamos en la universidad podemos empezar a aprovechar los contactos para acercarnos a proyectos del profesorado, para acercarnos a empresas mediante prácticas o para crear un proyecto propio.
Una de las mejores bazas del periodo universitario es que ofrece tiempo. Así, si lo que se quiere es ir construyendo una identidad laboral mientras se estudia, lo mejor que se puede hacer es empezar a combinar estudios con pequeños trabajos útiles para la formación y que nos motiven a continuar estudiando para aportar más en nuestro campo de trabajo.
No hay que esperar que los trabajos que nos inician en el mundo laboral sean “el trabajo de nuestra vida”. Son las primeras tentativas de empleo y nos ayudan a comprender en qué se aplica todo aquello que enseñan en el aula. Además, estos trabajos son plataformas donde hacer contactos que nos dan la oportunidad de conocer nuestra profesión y apostar por aquello que más nos interesa.
Una persona que ya haya entrado en el mundo laboral y tenga contactos está mejor posicionada y dispone de más recursos para encadenar universidad y empleo. Por ello, gana todavía más importancia la experiencia práctica adquirida durante los años de formación que, además de ayudarnos a conocer el oficio, nos ayuda a construir un paso seguro entre la universidad y el trabajo.
